y un ritmo silábico
Los Caminos de la Soledad
Por Jerónimo García Pérez (Jegarpe)
Publicación de Smashwords
2017
Ley de la Propiedad Intelectual:
Registro Nº AB-31-2014
Nº de asiento registral 00/2014/1159
LOS CAMINOS
DE LA SOLEDAD
OBRA POÉTICA
ORIGINAL DE
JERÓNIMO GARCÍA PÉREZ
JEGARPE
PRÓLOGO (2014)
Los Caminos de la Soledad es un libro de poemas que escribí durante un año transcurrido desde noviembre de 1999 hasta noviembre de 2000. Se trata de un extenso libro de poemas que contiene 205 composiciones a lo largo de las 274 páginas de que consta el manuscrito original que conservo en mi biblioteca, caligrafiado cuidadosamente e ilustrado con un gran número de fotografías de la época que yo mismo obtuve. Es, pues, como una pequeña autobiografía que abarca el tramo de 366 días – el año 2000 fue bisiesto – que me propuse emplear para la terminación del libro.
El verso empleado para la realización de este diario – como así puede llamársele – es un verso libre de rima. Solamente he aplicado para su construcción una métrica sencilla y un ritmo silábico, que ya utilicé en otros libros anteriores. Pero, tras la muerte de mi padre acaecida en enero de 1999, a quien tuve que dedicarme obligadamente, tras su larga enfermedad, aproveché los primeros años de mi jubilación, para viajar. Gran parte de los poemas que compuse por entonces son consecuencia de estos viajes plasmados en unos versos viajeros como yo los llamo y que ocupan una gran extensión del presente libro. Los demás son versos personales, íntimos, cuyo exposición no he querido acallar y así constan tal y como los escribí También he extraído del manuscrito varias fotografías a las que he aludido antes, que figuran en él, para trasladarlas al presente poemario.
A pesar de todo y con el propósito de no hacer más extenso el contenido del presente ePub he desestimado – y, por ello, excluido – varios poemas que conforman el manuscrito original y todas las imágenes de que consta con el objeto de no sobrepasar la longitud del presente texto que se me exige.
Hoy, día 22 de Febrero de 2014, cuando cumplo 79 años de edad, os invito a la lectura de este sencillo diario en el que mis sentimientos, ideas y reflexiones, pueden ser los vuestros y puede que se abran también a vuestra sensibilidad.
Albacete, 22 de Febrero de 2014. El autor.
INTRODUCCIÓN. (Año 2000)
Cumplidos ya los sesenta y cinco años de edad los horizontes de la vida humana se estrechan. las ilusiones y las esperanzas que impulsaron el corazón se han ido desvaneciendo poco a poco y sólo nos quedan, los recuerdos. el camino que nos resta por recorrer está plagado de dificultades y de temores. nos faltan ya los padres, los amigos, los compañeros, todos aquéllos que formaron parte de nuestros mejores tiempos, de nuestra juventud. y nos vamos quedando solos a medida que vamos envejeciendo.
Yo, sumido ya en mi forzada jubilación, pretendo distraer mis horas de ocio en medio de una nociva inercia que me conduce por caminos que no quisiera recorrer y a la que opongo tenazmente una férrea voluntad que no siempre consigue imponerse. los días transcurren para mí paradójicamente largos y breves. pero mientras dios me dé fuerzas seguiré caminando, viajando y conduciendo mi propio automóvil porque esto me proporciona seguridad en mí mismo y me libera de tantas servidumbres a las que se aferra la vejez. me aterra la idea de que alguna vez me venza la abulia, de que me falten las fuerzas, de que ya no pueda caminar, de que me sienta enfermo. en 1975 escribí lo siguiente: “yo no quisiera ser como este árbol del camino, añoso, viejo, torcido. me aterra sólo pensarlo. yo no quisiera arraigar nunca, nunca, en el camino. echar raíces es como morir un poco cada día... yo necesito el ala del ave, las bridas del viento, las ondas del agua...” he vuelto a encontrarme con este árbol del camino, que aún se mantiene en pie y, llevado de las ideas anteriores, le he dedicado uno de los poemas que incluyo en el presente libro.
Mi vida actual, salvo alguna salida por la provincia cuando el tiempo lo aconseja o una gira mayor cuando llega el verano, se reduce a caminar por la ciudad o por los alrededores, por consejo médico, para aminorar esos niveles altos de colesterol y de azúcar, tan habituales en esta edad. lo hago complacido porque me gusta hacerlo y porque, además, me permite llevar a cabo al mismo tiempo otra de mis aficiones favoritas: escribir. siempre llevo en uno de los bolsillos de mi camisa un pequeño bloc y un bolígrafo en los que voy consignando las ideas que me surgen durante la caminata.
Así, de esta forma, han ido naciendo los poemas que conforman el presente volumen. Son poemas sencillos, en los que he sacrificado la rima en detrimento de un ritmo silábico.
Una vez más los he expuesto en forma de diario, y, como en ocasiones anteriores, son composiciones intimistas en las que se advierte un exacerbado individualismo del que no he sabido desprenderme, acaso por la influencia de esta compañera inseparable que es mi acendrada soledad.
Los Caminos de la Soledad es el testimonio escrito de estas jornadas andariegas, de estos paseos matinales, intrascendentes, en los que recuerdos del pasado, ideas y momentos surgidos espontáneamente, sentimientos y sueños que han ido llenando de esperanzas mi caduco corazón, se van alternando a lo largo del año que yo mismo me impuse como plazo para terminar este poemario.
como es mi costumbre escribo esta introducción unos meses antes de concluir estos trabajos literarios.
Albacete, 22 de mayo de 2000.
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AL CAER LA TARDE.
Hoy he venido
después de muchos años,
a ver morir la tarde
en este rincón íntimo
del viejo restaurante
bañado de sol suave del otoño.
Sobre la mesa velador humea,
caliente todavía,
la taza de café.
Los pájaros gorjean
en la enramada.
Afuera se empurpura
la atardecida
Lejanos, llegan,
amortiguados,
los sones sordos de la carretera.
Y el alma,
ya sin obligaciones
y sola por costumbre
se me adormece, lenta,
en el regazo de la tarde caída.
1 Noviembre 1999. Día de Todos los Santos.
EN EL PARQUE.
Atardece.
Ya hay un halo de tristura en la arboleda.
Verdes viejos de los limbos.
Hojas mustias, amarillas, de los plátanos.
Avenidas solitarias, alfombradas de hojarasca.
Sinfonía de estorninos escondidos.
Barbotar de un surtidor en la distancia...
¡Cuántos sueños en el parque!
¡Cuántos sueños de mi infancia
sepultados para siempre entre las frondas!
¡Cuántos versos ya dormidos!
¡Cuánta luz en sus penumbras!
¡Cuánta fe recién nacida en sus silencios!
Atardece.
Tengo que irme y no quisiera...
Me retienen los recuerdos...
¡Cuánto duelen!
¡Cuánto duelen los recuerdos!
3 Noviembre
NO HAY NADA.
Camino sin rumbo.
Lo tengo hecho todo.
Silencios del día...
Afuera me hiere la vida que late,
me ciegan las luces del mundo.
Y adentro no hay nada.
Tan sólo recuerdos perdidos,
amores fugaces
y sueños frustrados...
Recuerdos, amores y sueños
que dejan un poso
de amarga dulzura en el alma.
Camino despacio.
Voy solo.
Afuera, la luz y la vida,
que ya no me llaman como antes...
Adentro
no hay nada.
Tan sólo recuerdos, amores y sueños,
que hacen aun más honda
la sima sin fondo de mi ansia,
la noche del alma.
4 Noviembre.
¡CUÁNTO TE QUISE!
Pasé a tu lado pero fingiste no conocerme,
mujer... ¡Qué importa!
Pasan los años
y con los años las amistades que nos unieron,
las ilusiones que nos hicieron ayer mejores.
Pero se han ido ya tantos años,
mujer... ¡Te quise!
¡Nunca supiste cuánto te quise!
Te amé en silencio.
Fuiste la luz de mis noches solas,
la musa amable de mis primeros versos ardientes.
Pasé a tu lado...
Miré tu cara
llena de arrugas,
tus ojos tristes…
Y una agridulce desesperanza erizó mis carnes,
heló mi sangre.
El tiempo puede con nuestras vidas,
lo cambia todo,
nos hace viejos...
Hubiera sido mejor no verte,
guardar muy hondo, en el pecho, viva,
la bella imagen de los recuerdos.
6 Noviembre.
SOL DE OTOÑO.
La mañana de noviembre es clara y fría.
Luce intenso un sol radiante
por un cielo puro y limpio.
La llanura macilenta,
los caminos ocredosos,
los sembrados verdeantes
van llenándome de calma
y animándome el espíritu...
¡Sol bendito!
¡Sol bendito del otoño de los llanos!,
que redimes la tristeza de mi alma,
que me vas poniendo un poco de alegría,
de contento,
de dulzura, en este viejo corazón,
maltratado,
malherido por las penas,
angustiado
y anegado de renuncias
¡Sol bendito de noviembre!
¡Sol de otoño!
¡Sol del alma!
8 Noviembre.
EN EL ALTOZANO.
Hasta mi rostro llegan,
cribadas por un viento suave y frío,
finas gotitas
del viejo juego de aguas
del Altozano.
Cercanos, trinan
desaforadamente
cientos de gorriones
en la enramada amable del paseo,
buscando su descanso nocturnino.
El reloj del antiguo Ayuntamiento
deja expandir las siete campanadas
que anuncian la llegada de la noche.
Con las solapas
hasta los ojos
y las manos hundidas
en los bolsillos
del grueso chaquetón, lleno de abulia,
dejo pasar el tiempo.
10 Noviembre
LA HERRERA.
La mañana es gris y fría.
Carretera.
Lluvia mansa.
Melancólicos y oscuros ocredales.
Encinares cenicientos...
En la bruma se perfila
-torre erecta de la iglesia,
cementerio,
molineta-
familiar, pequeño, el pueblo
que acogió por vez primera
mi andadura de docente.
He dejado el automóvil un momento
y he vagado lentamente por sus calles.
No ha cambiado apenas nada
y han pasado cuarenta años desde entonces.
Las escuelas son las mismas.
Solamente echo de menos
las umbrías de los olmos centenarios
a la puerta de la casa de la escuela,
ya talados,
y el murmullo de una acequia cantarina
junto a ellos,
desviada por caminos ignorados.
¡Cuántas veces enterré mis anchos tedios
al amparo de sus sombras!
¡Cuántos sueños al arrullo de la acequia!
¡Cuántos versos me nacieron en la paz de sus silencios!...
Con el alma traspasada de recuerdos
y añoranzas,
tomo el coche
y abandono, al fin, el pueblo.
Otra vez la carretera.
La llanura.
Lluvia mansa.
La mañana es gris y fría...
La Herrera. 12 Noviembre
POR QUÉ LLORA EL CORAZÓN.
No le preguntes nunca al corazón por qué llora.
Él es igual que un niño pequeño al que le niegan
un mimo, una caricia.
No sabe de renuncias ni lo sabrá ya nunca.
Él es ingenuo y cándido.
Le duelen los recuerdos inútiles, los sueños
perdidos, los adioses que lastran sus latidos...
No le preguntes nunca al corazón por qué llora...
Llora... tan sólo llora,
porque es su esencia misma,
porque nació para eso.
16 Noviembre
A ORILLAS DEL JÚCAR.
Rumor del río Júcar.
La tarde desmayada
se mira en el espejo rizado de las aguas.
Un fuerte viento suena por el pinar umbrío.
Caminos solitarios
cubiertos de hojarasca
que cruje bajo el peso
de mis pisadas lentas.
Desnudos olmedales.
Algún chillido agudo
de un ave en la espesura.
Roquedas cenicientas.
Senderos empinados
que trepan sinuosos
por la ladera arriba...
De pronto, los recuerdos:
Años sesenta y tantos.
Veranos calurosos
con sones de cigarras...
El Júcar, por costumbre,
cuando el terrible tedio
de la ciudad llenaba
de hastío el corazón
y sólo los murmurios
del río, los silencios
amables de los llanos,
la soledad del campo,
hacían menos sola
la soledad del alma...
Pero han pasado tantos,
tantos y tantos años...
Si el corazón pudiera
volver a reencontrarse...
Mas no, se me ha dormido,
nostálgico, sin fuerzas...
Otoños en la tarde.
Otoños en el alma...
Las Mariquillas (Albacete) 18 Noviembre.
EL PINAR.
Este viejo pinar, tan conocido
por mí, tan frecuentado en otros tiempos,
¡cuánto ha cambiado!
Solía visitarlo
cuando en las largas horas del estío
o en las lánguidas tardes del invierno,
aún con el trajín vertiginoso
y obseso de la escuela
sonándome en los oídos,
hiriéndome, embotándome la mente,
buscaba un poco de solaz y calma
lejos de la urbe,
en el pinar tranquilo y solitario...
Allí nacieron,
sencillos, acunados
por la imprecisa luz de los crepúsculos,
algunos de mis versos preferidos...
Hoy, el lugar es un estercolero,
lleno de escoria,
nido de hedores,
comido de basuras.
Me he ido de allí, apenado, dolorido,
con el propósito
de no volver ya nunca.
Otra puerta cerrada a los recuerdos.
22 Noviembre.
LA CHICA.
La melena suelta, al viento;
la mirada vehemente, pertinaz...
Yo la miro con el alma traspasada de recuerdos.
Es lo mismo que una diosa descarada
que ha nacido para amar.
Sólo vive.
Sólo quiere ser amada.
Solamente quiere amar.
Ríe y ríe.
Yo la miro. Y su sonrisa celical
me hace un daño irreparable.
Sólo ansía. Sólo sueña, sensual.
Y es que ha sido concebida,
solamente, únicamente, abiertamente,
para amar.
24 Noviembre.
LA VIEJA ESTACIÓN.
Voy andándome el camino
desde el pueblo a la estación.
Los recuerdos van poniéndole nostalgias
a mi viejo corazón.
Campos ásperos:
Eriales solitarios,
algún olmo, ya caduco,
y unos bancos de madera
de reciente instalación.
Al final, el silo, blanco,
perfilándose en un cielo desvaído,
y, a su lado, el edificio
rosa y gris, de la estación,
que allí duerme, abandonada
y olvidada,
su postrer y largo sueño,
su metálico sopor.
Hoy los trenes pasan ya sin detenerse
de camino hacia Madrid o hacia Levante.
He mirado sus raíles oxidados,
sus andenes recubiertos por la yerba,
su reloj.
Y, de pronto, se ha venido hasta mi mente,
tiernamente evocador,
el efluvio de mi cálida y lejana
juventud:
Eran esos mismos campos que hoy contemplo.
Ya hace años. Por setiembre:
Tren. Camino solitario.
Campos mustios.
Maletón,
menos lleno de pertrechos
que de libros e ilusiones.
Y sin coche todavía...
Era joven.
Y aún me henchía el pecho el ansia, la pasión.
Voy andándome el camino
de regreso. Atrás se queda la estación
Los recuerdos han llenado de nostalgias
a mi viejo corazón.
Pozo-Cañada. 27 Noviembre.
VACIEDAD.
Me lastran los días que pasan
vacíos,
las horas inanes que pasan
vacías.
Me duele esta fe quebradiza
que me hace vagar por senderos desnudos,
vacíos,
que yo no deseo.
Me daña esta inercia nociva
de hoy, de mañana, - de siempre -
que aherroja mi alma vacía.
Me asusta la idea de muerte
que vive conmigo,
que embota el sentido,
que me hace el camino que resta
más arduo y vacío.
30 Noviembre.
VOLUNTAD DORMIDA.
Se me ha dormido
la voluntad
en el regazo de la alta tarde.
Vedla flotando, leve y fugaz,
sobre la nube rosada y frágil
que viene y va
sobre la recta del horizonte de la llanura,
sobre la augusta solemnidad
del campo abierto, yerto, impregnado
de sobriedad.
Que no despierte.
Dejadla en paz,
libre, en su sueño indoloro y blando,
dejadla a solas, allí, soñar,
que mientras sueña
no me la daña la soledad.
2 Diciembre.
BOLINCHES.
Los senderos polvorientos
que serpean junto al río
se han llenado de hojas secas
de los olmos centenarios.
Es un día del otoño ya avanzado.
La arboleda muestra ya sus desnudeces
y en sus ramas sarmentosas y vacías
no se escuchan ya las aves.
El lugar está tranquilo, solitario.
Me he llegado lentamente
con el sordo crepitar de mis pisadas
en la alfombra de hojarasca
hasta el grueso tronco, junto a la ribera,
donde el viejo Júcar reza su cantar de siglos, recio.
Cuántas veces, al amparo de su sombra,
descansó mi padre antaño,
en los días calurosos del estío,
retrepado en su sillón de campo, a veces
dormitando al sesgo amable de la umbría
y al arrullo de las aguas
cantarinas que lamían las orillas,
mientras yo, con unos cuantos años menos,
recorría los caminos
y trepaba las laderas, incansable...
Quiero huir de los recuerdos.
Tomo el coche y me regreso
por las sendas polvorientas
que serpean junto al río...
Es un día del otoño ya avanzado
y el camino amarillea de hojas secas.
5 Diciembre.
19.LOREN.
A Lorenza, que, en los postreros años de mi madre, ya enferma de gravedad, la ayudó en las faenas de la casa, siendo, más que sirvienta, su mejor amiga.
Hoy he sabido de tu muerte, Loren,
y la he sentido como mía propia
porque algo se me desmorona adentro
sabiendo que no estás ya entre nosotros,
entre los que quedamos todavía
en este valle de amargura y muerte.
He querido sentirte en estos versos
sencillos, torpemente improvisados,
sentir tu corazón, no tan dañado
por la cruel enfermedad aleve
que te ha vencido al fin sino por tantas
incomprensiones, tantos abandonos,
tantos olvidos de que fuiste objeto.
Años sesenta y tantos. Albacete.
Aún vivía mi madre, muy enferma,
que tuvo en ti su amiga más querida.
Fuiste sus manos y sus pies. Llorabas
si ella lloraba, subrepticiamente.
Sufrías con su sufrimiento.
La aupabas, la vestías, la lavabas...
Mi madre tuvo suerte con tenerte.
Nadie mejor que tú lo hubiera hecho.
Por todo, Loren, desde aquí, desde este
rincón humilde en el que sueño y amo,
quiero ofrendarte, con la pobre rima
de mi poema franco, incontenido,
nacido de lo más hondo del alma,
todo el cariño que tu amor merece,
todo el amor que no supimos darte.
9 Diciembre.
LA CAFETERÍA
A través del ventanal
veo el rostro de la noche decembrina.
Los neones iluminan la avenida
con sus guiños de color.
El murmullo de la fuente de la plaza,
la afluencia de los coches
y el bullicio de las gentes,
amenizan el lugar.
Oigo afuera el golpeteo de los toldos,
impelidos por un viento pertinaz.
Hace tiempo, a la salida de la escuela,
terminada la jornada,
me gustaba guarecerme
de los fríos del invierno albaceteño,
buscando en el calor amable de la cafetería
ese instante de solaz
que me asaltaba en las tardes
presididas por el tedio.
Y fluyeron de mi mente cien poemas
por entonces, al socaire de una taza
de café,
arrullado, tantas veces,
por la lluvia o por el viento
que azotaban los cristales.
A través del ventanal
veo el rostro de la noche de diciembre,
las siluetas verdioscuras
de los dos altos cipreses centinelas,
en el centro de la plaza...
todo igual:
El murmullo de la fuente,
los neones,
el bullicio de las gentes,
el crepúsculo otoñal
mancillado de hojas secas,
el sonido de los coches...
Yo lo miro y me pregunto,
con el alma entristecida:
¿Todo igual?
11 Diciembre.
CANSANCIO.
Almería.
Rambla abajo,
con la tarde ya caída
y el amable cabrilleo de los arcos navideños,
voy andando sin un rumbo decidido.
La cabeza me da vueltas todavía:
Carretera interminable,
sol intenso que me ciega la mirada,
horizontes descarnados,
cielo yerto, solitario...
Voy andando
con la noche ya caída:
Casco antiguo,
Alcazaba que se aboca en cada esquina,
Catedral, callejas pinas...
Y la plaza de Purchena,
castigada de mil ruidos...
El cansancio pone tedios en el alma
y obnubila el sentimiento...
Voy andando sin un rumbo definido.
Almería.. 18 Diciembre.
EL MAR
Deshace en espumas y en olas
su ignota leyenda de siglos .
el mar.
Aquí, en el roquedo,
restalla su recio, su viejo .
cantar.
La estela de espuma
que besa la arena,
las olas que vienen
y van
El ronco sonido del agua
que rompe el silencio del grato
lugar
Me llena de un vago sosiego
de un miedo indecible.
Me llena
de paz
pensar que mi origen de hombre
surgió de los senos profundos
del mar,
a capricho de lamas
y sal,
errante viajero en un mundo
sin metas ni rumbo,
ni edad...
Y mientras,
delante de mí se deshace en espumas
y en olas
el mar.
Costa granadina. 19 Diciembre.
EN EL PUERTO.
La luna llena,
grande, amarilla,
se mira ya
sobre las aguas negras del puerto,
sobre las yermas, peladas sierras
de más allá.
Sobre el acervo
de las terrazas escalonadas
del barrio típico de la Chanca
se ven los muros iluminados
de la Alcazaba
monumental.
De lejos llegan,
amortiguados por la distancia,
los sones varios, el movimiento
de la ciudad,
como un preludio
de Navidad.
Almería. 20 Diciembre.
MELANCOLÍA.
La mañana esplendorosa de diciembre,
la serena puridad de un cielo inmenso
y el azul de un mar en calma,
no han podido desterrar de mi alma sola
la mortal melancolía
que ha venido a despertarme al nuevo día.
Berja, Ugíjar.
Fulgor de las Alpujarras.
Pueblos blancos, soledosos,
contrastando con el ocre de la sierra,
derramándose a raudales
por las áridas laderas
de la agraz Sierra Nevada,
coronada por las nieves sempiternas
de las crestas del Veleta...
Todo, todo va aumentándome la pena
que ha hecho mella en mi viajero corazón:
Carretera,
mar y cielo,
sol y cumbres...
Alpujarras.
DOS INSTANTÁNEAS.
1ª. CABO DE GATA.
La carretera trepa
por los escarpes
rocosos de la sierra.
Ruge delante,
detrás, abajo,
la mar enfurecida,
conforme paso.
2ª. MOJÁCAR.
Destellando de alburas,
ciega de cal,
de un lado sequedales,
del otro, el mar,
sonrisa larga
de la naturaleza,
se alza Mojácar.
Águilas. De regreso. 23 Diciembre.
EVOCACIÓN NAVIDEÑA.
Eran los años del cuarenta y tantos...
Años de la posguerra,
difíciles y duros.
Recuerdo de mi infancia tan lejana,
de mi niñez perdida para siempre,
los fríos del invierno de Albacete
- brasero de picón, mesa camilla,
calles sin luz, oscuras -
en esos tiempos de mortal penuria,
de sórdida escasez, de la posguerra.
Las alas del recuerdo
me llevan a una noche de diciembre.
Nieva abundantemente. Es Nochebuena.
Vieja capilla de los Franciscanos.
Yo, aún un niño en ciernes,
formaba parte de un coro infantil
que cantaba las flores a María
cuando llegaba mayo
u ofrendaba sus cánticos y loas
al Todopoderoso, al Niño Dios,
en los días de Pascua.
Nuestras voces agudas, atipladas,
sonaban en la iglesia
al son de un viejo armonio:
“Cantemos al Amor de los amores,
cantemos al Señor.”
Y hasta aquí llegan y se me eternizan,
con fuerza, los recuerdos.
Afuera va acreciendo
la algarabía de la gente, el son
alegre y vivo de los villancicos.
Nochebuena de 1999.
SUEÑO DE AMOR.
Te soñé hace tiempo,
cuando yo era joven,
cuando florecían
dulces primaveras
en mis manos frías,
cuando yo inventaba
mundos sólo míos,
sólo de los dos,
cuando le buscaba
mágicos caminos
a mi soledad,
pero en mi almo sueño
te encontrabas lejos,
te desvanecías
como una ilusión
vana, fugitiva.
Yo iba en pos de ti,
te tendía, ansioso,
mis desnudas manos,
pero no encontraba
sino vaciedad
que hacía más hondas
las simas oscuras
de mi soledad...
Los dos no cupimos
en el mismo sueño,
que era un sueño vano
que jamás hubiera
querido soñar.
26 Diciembre.
TARDE LLUVIOSA.
La lluvia golpea con ira
los fríos cristales del coche.
Reluce el asfalto.
Se anegan las grises besanas.
Elevan sus ramas desnudas al cielo los olmos.
Se abren a mi paso
los cielos plomizos,
los yertos paisajes.
En la densa bruma aparece
Barrax. Restaurante.
Café mientras muere la tarde.
El alma se encierra en sí misma,
se va adormeciendo
sedada por una ancha abulia.
Afuera prosigue la lluvia.
Mas no tengo prisa.
Lo tengo hecho todo.
No me espera nadie.
29 Diciembre.
¿QUÉ SE HIZO DE MI FE?
¿Qué se hizo de mi fe de juventud,
la fe que me hizo amar
un mundo no creado para mí,
que me hizo pervivir
en medio de una hostil adversidad,
la fe con que forjé
la esencia de mi propia soledad?
LA ALDEHUELA.
El sol extraordinario de la tarde
serena se ha ocultado poco a poco,
detrás del montezuelo
que da sombra a la aldea.
Los muros encalados de la iglesia
y el empinado
camino que se pierde en la distancia
grisean ya en la lumbre
confusa del crepúsculo.
Al otro lado se abre
la calle principal de la aldehuela,
sumida en un silencio sepulcral
tan sólo mancillado
por el rumor de una fontana oculta
o el bronco y esporádico ladrido
de un perro solitario.
Las ramas de unos árboles desnudos,
igual que dedos
abiertos y crispados,
arañan las alturas desoladas
de un cielo empurpurado.
Cilleruelo (Masegoso) Enero 2000.
LA CHICA DE LA CAFETERÍA.
Sus ojos azules
me han mirado fijos.
Es joven y hermosa como una nereida
salida del mar.
Pantalón y suéter negros, ajustados,
cola de caballo,
manos adornadas de pulseras, blancas.
Va de un lado a otro
tras el mostrador.
Sus ojos azules
me han mirado fijos
y he notado al verlos
un irreverente gesto quinceañero,
un grito triunfal
de su lozanía,
un grito alevoso, cruel, de su pujanza.
La sonrisa ausente de sus labios frescos,
la silueta esbelta,
su aire sensual
y el azul intenso, dulce, de sus ojos,
me han dejado inerme
y han desarbolado
los más viejos, hondos, puros sentimientos
de mi corazón.
3 Enero.
ALCALÁ DEL JÚCAR.
Las calles angostas y pinas
de casas muy juntas y blancas
escalan en un zigzagueo constante
de vueltas y vueltas
las altas laderas,
buscando la cumbre
donde alza sus muros,
recién remozados,
el viejo castillo.
Yo voy ascendiendo despacio,
sin prisas.
Atrás voy dejando
la iglesia,
los rancios rincones del pueblo,
los altos y oscuros recodos,
las claras callejas,
las cuevas que horadan el monte...
Al fin, la planicie desnuda,
de cara a los vientos
y al sol del invierno.
Allí se levanta el castillo
de gruesos, mohosos, dorados sillares,
señor de la altura,
eterno vigía del pueblo.
Abajo las tierras, grises, macilentas,
y el Júcar que pasa entonando
su eterna canción campesina de siglos,
lamiendo los anchos
basares del puente.
Alcalá del Júcar. 8 Enero.
MUSA ONÍRICA.
En otro tiempo fuiste
la musa generosa de mis sueños.
Yo era tu caballero en corcel blanco,
valiente vencedor de mil batallas,
barbián afortunado.
Me amabas sin remedio,
sin que pudieran impedirlo trabas.
Y yo, radiante Apolo,
me aproximaba a ti, seguro, fuerte,
te poseía dulce,
suave, calladamente.
Y tú te me entregabas
entera, sensual, sin un reproche,
poniendo el corazón, el alma toda,
en aras de un orgasmo consentido.
Y así, en mis horas solas,
dañado de mortal melancolía,
un día y otro día,
yo iba a buscarte en la blandura onírica
de mis sutiles sueños.
Me convertía entonces
en ese caballero afortunado,
dueño exclusivo de tus sentimientos,
señor de tus amores.
Y tú te me ofrecías
doncella ayuna de placer, esclava
de un ansia desmedida.
Y yo te poseía
de nuevo, dulcemente, suavemente...
En otro tiempo fuiste
la musa generosa de mis sueños.
Acaso te amé en ellos
o acaso yo me amé a mí mismo amándote.
10 Enero.
ESTE MIEDO.
Este miedo
que se acuesta, fiel, conmigo,
que comparte el mismo lecho,
junto a mí,
que me mira incompasivo
desde el fondo de la estancia
cuando nace un nuevo día,
que me sigue a todas horas, que camina
tras de mí,
que me muestra su semblante
más hostil,
que se ensaña
contra mí,
este miedo que atenaza los sentidos
por las horas que se marchan y no vuelven,
este miedo
por morir,
este miedo por las pocas esperanzas que no llegan,
por las muchas ilusiones ya perdidas,
por las cosas que he tenido y no he tenido,
este miedo que me aherroja,
que me carga de grilletes,
este miedo
por vivir,
ha lastrado mis antiguos sentimientos,
mis proyectos de futuro,
mis creencias, mis anhelos,
mi sentir
y las ansias que hay en mí,
y los sueños que aún me quedan.
13 Enero.
PÉRDIDA.
Corren rápidos los días
del invierno duro y largo de Albacete,
castigados
de rocíos y de escarchas y de nieblas
y con ellos se me marchan
esas pocas ilusiones,
esos sueños que aún perviven
en el fondo de mi alma,
ese espíritu de brega
que ha luchado bravamente
contra el viento de la vida,
que ha cantado verso a verso
los más puros sentimientos,
con su voz desheredada
de poeta y vagabundo.
20 Enero.
TARDE DECLINADA.
Tras del enrejado
que forman los troncos rectos de los pinos
se acaba la tarde.
Luce un sol lejano, grande, tamizado
por las altas ramas.
Los celajes limpios
cambian su azul puro por rosados suaves
y los horizontes
van difuminándose en un ancho lecho
de confusas sombras.
Sigiloso, leve,
se me evade mi otro doble aventurero,
mi otro yo viajero,
para reencontrarse
en la amable y dulce tarde declinada.
27 Enero.
ALARCÓN.
Un gélido viento fustiga
la fría mañana de enero.
Hay costras de hielo en los charcos
y el barro que cubre los campos
está endurecido.
Delante de mí se despliega Alarcón,
sobre un promontorio.
Enfrente
- magnífica proa elegante -
la torre del viejo castillo,
señera, actual Parador.
Más lejos, las torres doradas
de sol de sus cinco parroquias.
Ciñéndose al pueblo,
la antigua muralla.
Y abajo,
la curva anchurosa del Júcar.
Aquí y acullá, salpicando
las grises laderas,
alguna atalaya perdida,
de tiempos feudales,
y algún arco abriéndose al pie del camino
que lleva a la villa.
He subido al pueblo
y he curioseado
por las solitarias y desnudas calles,
a pesar del frío
Alarcón. 23 Enero.
HOY, HACE UN AÑO.
Hoy hace un año que nos has dejado
y aún sigo echándote de menos, padre.
Noto tu ausencia, ese quehacer continuo
para que nada te faltara en vida:
cuidados, asistentes, enfermeras
y médicos. Aquella actividad
que no cesó durante varios años
me hizo multiplicarme en atenciones
hacia ti, padre, y me hizo ser más fuerte.
Ahora que ya no estás, que no te tengo,
que ya no necesitas de mi ayuda,
que no me agobian las preocupaciones,
que desde mi bondad de jubilado
no me sojuzgan las obligaciones,
ando sin rumbo, voy desorientado.
Y es que me falta tu presencia, padre,
la imagen buena de tu cuerpo enfermo,
que me pedía amor con la mirada,
que confería fortaleza a mi ánimo
minado de dolor y de impotencia,
me falta ese agradecimiento tuyo
por ese bien que pude hacerte y te hice
con mi poder humilde y limitado.
Hoy hace un año que nos has dejado
y aún sigo echándote de menos, padre.
27 Enero.
EFLUVIOS DE LA INFANCIA.
Mis primeras correrías infantiles
transcurrieron en la calle del Rosario:
Calle Onésimo Redondo,
vecindario del cuartel de Infantería,
Franciscanos,
Parque próximo, Colonia de Morato,
Sanatorio del Rosario,
descampados, hortezuelas, extramuros,
carretera,
y, por último, el Fielato...
Más allá, tierras desnudas,
vastos campos,
secarrales polvorientos, dilatados...
Estos fueron los dominios
de mis niñas aventuras,
los que hicieron placentera
mi lejana y mansa infancia,
los que vienen
a turbar mi pensamiento,
con sus alas invisibles,
con sus cálidos efluvios imposibles,
en el suave claroscuro de la tarde.
29 Enero.
NO SÉ CUÁNDO.
Voy andando un camino
de soledad
sin saber cuándo y dónde
se acabará.
Busco un sueño perdido
que ayer soñé;
no sé cuándo ni dónde
lo encontraré.
La esperanza que espero,
si ha de venir,
no sé cuándo ni cómo
vendrá hasta mí.
Voy rociando de aromas
el corazón
sin saber cómo y cuándo,
vendrá el amor.
Voy errátil en busca
de un haz de luz,
no sé a dónde ni cómo,
pero ando aún.
31 Enero
EN LAS LAGUNAS.
La espléndida y benigna mañana de febrero
se mira en el espejo sereno de las aguas.
Las copas verdinegras
de las encinas romas, de los altivos pinos,
se miran invertidas
sobre la superficie de la laguna, tersa,
trazando una simétrica
cenefa en la tranquila
quietud del agua azul.
Las ramas descarnadas
de los caducifolios
arañan las alturas espléndidas y nítidas
de un cielo añil, sin nubes.
El místico silencio,
la calma circundante,
tan sólo interrumpidos
por el insuave y ronco cantar de algún palmípedo,
ponen su acento mágico,
su nota discordante,
su halo misterioso, sutil, en la benigna
mañana de febrero.
Lagunas de Ruidera. 3 Febrero.
CUANDO LLEGUEN...
Cuando me lleguen los días áureos
y venturosos
que espera el alma,
como un maná salvador y célico,
que la redima
de las pasadas horas inanes,
cuando se vengan los días buenos
que intuye el alma,
cuando las zarzas y los espinos
se tornen flores,
cuando la luz de una primavera nunca soñada da
por mí se instale en mi corazón
y sustituya a la oscuridad de mis anchas noches,ches,
cuando mis manos solas y frías
se abran ansiosas
y abarquen sólo los rayos suaves de un sol inédito
gritaré a todos
para que me oigan:
“¡Yo soy, yo vivo, yo siento, yo amo!”
5 Febrero.
RENUNCIAR.
Te sabes triste
porque el amor que esperas
pasa a tu lado y se te muestra esquivo,
porque te sientes sola, incomprendida.
Yo te diría:
Aprende a amar primero
esas pequeñas cosas
que son como el pan nuestro
de cada día;
aprende a amar tu soledad, que es única;
mira la vida con tus propios ojos;
invéntale colores a tus sueños;
sabe escuchar el canto
de la naturaleza y hazlo tuyo;
crea tu propio mundo,
pero, ante todo,
aprende a renunciar.
8 Febrero.
LOS ALMENDROS.
La cercana primavera
se insinúa ya en los campos
todavía macilentos, ateridos,
del camino.
Lo atestiguan
los almendros florecidos
que engalanan las besanas
renacientes, resequidas
con sus copas blanqueadas,
despertando del letargo largo y frío
del invierno,
reflejando en sus corolas
todo el sol resplandeciente de febrero,
punteando con sus ramas,
aún sin hojas,
la silueta verdioscura
de la sierra de Segura
que se quiebra en la distancia.
Yeste. 10 Febrero.
EN LA SIERRA.
Es la una del día.
Los dedos de un sol denso y fuerte iluminan la sierra..
Un poco cansado
de andar, he dejado el sendero
que corre a lo largo del río, he buscado
la sombra agradable de un pino frondoso
que clava su tronco en un próximo otero
y, absorto, he mirado a lo lejos:
los verdes matices del monte,
las rocas parduscas de la alta ladera,
los cielos azules, sin nubes,
los cien contrafuertes que trazan
la línea de la carretera
y, abajo, la fila de chopos desnudos
que marcan el curso del río,
las huertas dispuestas en planos tablares
y algunas ovejas
pastando en la falda del monte...
Silencios.
Ligeros retozos del viento en las hojas,
rumores del agua del río,
el canto de un ave perdida
y el son tempranero, sutil, de algún élitro...
La sierra no tiene palabras.
Los Giles (Yeste) 11 Febrero.
INFINITUD.
Este átomo de infinitud que soy
perdido en el espacio sideral,
apátrida, sin fe,
que ignora su principio y su final,
que es reo involuntario, ente casual
de un mal ensueño, absurdo y baladí,
que afronta la verdad
de ser o de no ser,
que duda de su propia realidad,
que va buscando a Dios
en medio de una inmensa oscuridad,
a ciegas, que ama aún
las cosas que se van quedando atrás,
con un sublime amor
incompartido, impar,
dañado de una acerba soledad
aterradoramente suya, cruel...
este átomo de infinitud que soy,
que lucha solitario, no está en mí,
ni yo me encuentro en él.
Todo es una absoluta sinrazón,
una mentira más.
16 Febrero.
LA NIÑA DE OJOS AZULES.
La niña está mirando la abierta lejanía.
Azules son sus ojos
como este cielo puro,
como esta deliciosa,
tranquila, soleada, mañana de febrero.
Su larga cabellera refleja todo el oro
del sol que la acaricia.
Inmóvil, impasible, clava sus ojos claros
con pertinaz fijeza
en un punto ignorado.
Yo, que la miro, pienso:
¿En dónde tendrá presa
la luz de su mirada?
¿Qué ignoto pensamiento
le roba la consciencia?
¿Qué sueño la cautiva?
¿Qué siente que la deja sin voluntad, ausente?
Y mientras esto pienso
la niña de ojos claros y larga cabellera
sigue mirando lejos
absorta y circunspecta.
18 Febrero.
EL VIEJO INSTITUTO.
La mole grisácea del viejo Instituto
levanta sus muros en la amplia avenida.
Su antigua estructura ha aguantado el pasar de los años.
Desde el primer tercio del siglo en que fue construido
conserva su faz primigenia.
Flotando en el aire
me vienen cadencias de tiempos pasados:
los amplios pasillos,
las aulas con suelos de recia madera,
la sala de actos, ornada
de sobrios, barrocos estrados,
el laboratorio
y la biblioteca... Y el parque, sin vallas entonces,
recreo y solaz en los ratos perdidos,
en un Albacete lejano en el tiempo
donde aún el lugar era un campo desierto
cubierto de nieve y de fango en invierno.
El viejo Instituto,
pretérito símbolo
de una época grata,
de un vivo recuerdo,
pervive en su mole grisácea
que no han degradado los años,
22 Febrero.
ROJO ATARDECER.
Tras de los cristales
amplios del salón
veo engalanarse
la puesta de sol.
Luminoso ocaso.
Rojo atardecer.
Mágico crepúsculo
de sangrienta luz.
Yo lo estoy mirando
tras del ventanal.
Miro cómo el seno
de la nube gris
arde y se consume
sobre un cielo azul;
miro cómo rasga
la tupida red
de antenas y grúas
su áureo perfil;
miro el suave, flébil,
lento declinar
del caliginoso
sol crepuscular...
Y mientras lo miro
se entra sin llamar,
con la noche fría
que se viene ya,
la noche sin lindes
de mi soledad.
23 Febrero.
ALGÚN DÍA ME IRÉ.
Algún día me iré
definitivamente.
Será el triste morir,
de mi peregrinaje,
la hora decisiva
de abandonarlo todo,
será mi fin del mundo
particular y propio,
mi noche inacabable,
mi tumba de silencios...
Enterraréis conmigo
mis sueños terrenales,
mi cálido sentir,
el inseguro andar
por este absurdo estado
al que llamamos vida
Y enterraréis mi amor
por todas estas cosas
pequeñas que me han hecho
ser más humano en medio
de tanta inanidad.
25 Febrero.
EN AýNA.
Desde la terraza
soleada y amplia
se divisa el valle:
Guiños plateados del naciente Mundo;
gríseas laderas
en las que resaltan
los pecados albos de los almendrales
entre las cetrinas masas de los pinos;
álamos y chopos,
aún desnudos de hojas,
flanqueando, esbeltos, el curso del río;
huertos y frutales
en las angosturas de los peñascales;
y, anhelando alturas,
escalando abruptas rocas y laderas,
blanca, dilatada,
se levanta Aýna.
mancillando aleve
la armonía suave del paisaje inmenso
la imponente mole de la roca oscura
como una irredenta mácula del valle.
Aýna.. 27 Febrero.
EN EL CORTIJO DE COLLADO TORNERO.
En el silencio de las alturas
se oye el retozo de algún arroyo
que se desliza peñas abajo.
Detrás dibuja su curva dura,
pina, estriada y encementada,
la carretera que sube al pueblo.
El aire limpio,
la luz intensa de un sol radiante,
los verdes áureos de las laderas,
las cumbres grises,
los montaraces, densos aromas,
ponen sosiego en el conturbado,
lírico espíritu,
cansado del ajetreo de la jornada.
Yeste. 29 Febrero.
EN NERPIO.
Sesgada, en el valle
que riega el Taibilla, está Nerpio.
La cercan frutales
en flor,
pequeños y ubérrimos huertos
a orillas del río
y algún prado fresco bañado
de sol.
Es la hora de hacer un descanso
que el cuerpo, rendido del largo camino,
reclama el amor de la gente, me pide
calor.
Penetro en un bar concurrido
cercano a la plaza
Mayor.
El viejo
reloj
que luce en la torre de la íntima iglesia
propaga su agudo latido,
su son
vibrante y metálico,
por todas las calles
angostas y largas del pueblo...
Las dos.
Nerpio 2 Marzo.
EN EL EMBALSE DE LA FUENSANTA
Desde la atalaya
de la altura veo
la sonrisa amable, mansa, del embalse.
Las azules aguas
de la superficie tersa, los dorados
tintes que el sol flébil
pone en las peladas rocas y relieves
que lo contornean
y la paz bucólica
de la solitaria sierra circundante
se aúnan y armonizan
en un bello abrazo.
Yeste. 3 Marzo.
SEQUÍA.
Un sol sin trabas, inmisericorde,
calcina la llanura
en esta primavera anticipada.
La tierra está reseca,
los ácromos caminos, polvorientos,
los árboles frutales
han florecido prematuramente
y los sembrados piden,
sedientos, una lluvia redentora
que el bonancible invierno
les ha negado.
Arriba, mientras, luce un sol intenso,
radiante, eterno,
que dora la atonía de los campos
hasta donde la vista
se pierde en la distancia inmarcesible
de la llanura.
5 Marzo.
NUESTRA PRIMAVERA.
Era la primavera,
los días gratos,
floridos y felices
de abril y mayo.
Habían en los campos
densos aromas
de rubias margaritas
y de amapolas.
Ornaban con sus vuelos
la luz y el aire
pintadas mariposas
ligeras aves.
Allí estábamos juntos
tú y yo
callados, absorbidos
por el amor.
Y en cálidos rubores
erubescentes
veíanse los suaves
atardeceres.
Era la primavera
de nuestras vidas,
la primavera nuestra,
¡ay!, tuya y mía.
7 Marzo.
AMANECER.
Amanece un nuevo día.
Los primeros resplandores
de un sol joven,
que me llegan,
a través de los postigos entornados,
hasta el lecho, a despertarme,
me han librado de mi noche silenciosa,
me han traído los latidos
cotidianos de la vida.
He vencido la pereza mañanera
que me asalta,
he dejado, al fin, la cama
y he mirado al exterior por la ventana:
Catedral, cielo sin nubes,
mar de antenas y tejados soleados...
Es un día bonancible
presidido por la paz y la templanza.
Y es que el aire viene ya cargado de auras
y de aromas
de la hermosa primavera.
9 Marzo.
EN LOS PINARES DEL JÚCAR.
Me he echado en el césped
un poco cansado de la caminata,
como en otros tiempos idos, con las manos
bajo la cabeza
y he mirado al cielo, de un azul brumoso,
fijo, hasta sentirlo dentro de mí mismo...
Así, en ese estado de indolencia dulce
se han ido adueñando de mis pensamientos
íntimos recuerdos de épocas pasadas,
cuando todavía mis dedos asían
altas primaveras.
Un viento agradable, flojo y aromado,
roza mis mejillas
y acaricia leve mi desnudo pecho
penetrando cálido por mi camisa
desabotonada.
Parque Natural de Los Pinares del Júcar. .11 Marzo.
DUALIDAD.
A veces me pregunto
por qué el apego
tenaz del corazón enamorado
del aire y de la luz por este mundo,
por qué su lucha
sin límite por la supervivencia.
A veces me pregunto
por qué ese enquistamiento
de la asendereada voluntad
en otro mundo
distinto, tan contrario
tan lleno de penumbras,
por qué su eterna
tendencia por la sombra y por la noche,
por qué su terco anclaje en la pereza,
por qué su inercia
difícil, invencible...
A veces me pregunto
cómo conviven juntos
un corazón que ama la luz del día
y una difícil voluntad, amiga
de la ancha noche.
12 marzo
MONOTONÍAS.
Pasan los días rápidamente.
No hay nada nuevo.
Monotonías.
Las mismas cosas de ayer, de siempre:
Mis mañaneros, gratos paseos
por la ciudad que labora y vive,
por los caminos de la llanura,
mis tardes libres de obligaciones,
mis noches solas,
en mis momentos de tedio, radio,
tele, sesiones de ordenador...
Y, cuando el tiempo acompaña, tomo
mi coche y huyo
por unos días
de la ciudad,
buscando, lejos, nuevos caminos
para zafarme de la enojosa
monotonía...
Y así, ¿hasta cuándo?
13 Marzo.
LA CHICA DE LA PULGOSA.
Llega a mediodía,
cuando el sol calienta.
Deja su automóvil
verde, junto al mío,
bajo las escasas
sombras de los pinos.
Se despoja rápida
de su chándal nuevo
y muestra sus piernas,
blancas todavía.
De continuo emprende,
sin perder más tiempo,
su carrera diaria
por los cien caminos
blancos que circundan
el tranquilo y grato
parque periurbano.
Mientras yo completo
con mi moderada,
pretenciosa marcha,
una vuelta entera
a todo el recinto,
ella me rebasa
tres o cuatro veces
con su trotecillo
de lozana corza,
con sus senos breves
y su cabellera
moviéndose al ritmo
que les va marcando
su grácil carrera.
Parque de La Pulgosa. 15 Marzo.
RECUERDO GRATO.
No sé cómo has venido a mi memoria
después de tanto tiempo
dormida en el olvido.
Tu imagen inasible reverdece
tiempos pasados,
horas que se han perdido para siempre,
que ya no volverán para ser nuestras.
Supongo que tú sentirás lo mismo
si alguna vez he sido
huésped asiduo de tu pensamiento.
Pero los años pasan,
nos van haciendo viejos,
son como un viento
que barre las cenizas del recuerdo.
No dejan huella...
Por eso, cuando el ruido de la vida
nos cita a vernos,
pasamos ambos como dos extraños,
como desconocidos,
indiferentes,
sin saludarnos...
Pero nos quedan –nuestras todavía-
las alas del ensueño,
la cálida belleza del recuerdo.
18 Marzo.
LLEGARON LAS LLUVIAS.
Con la áurea, vivaz primavera,
llegaron las lluvias:
los llanos ayunos,
los suelos resecos del campo,
redimen su sed sempiterna;
los pétalos nuevos,
los jóvenes limbos,
los tiernos rebrotes del árbol,
que ya se despiertan
del largo letargo de invierno
desechan la pátina blanca
del polvo estepario y se visten
sus ornas mejores,
sus suaves corolas,
sus frescos ramajes,
de cara a la hermosa y gentil primavera;
las secas besanas
reciben el agua magnánima y cambian
sus ácromos surcos por ocres oscuros.
Ya vienen las brisas cargadas de aromas
y huelen a nuevas las tierras
como un anhelado y gozoso preludio
de la ancha y sutil primavera.
20 Marzo.
PLEGARIA.
Defiéndeme, Señor,
de las desesperanzas cotidianas
que llenan de amargura el alma toda,
de las desilusiones
que acechan en la sombra.
Protégeme, Señor,
de la alevosa idea de la muerte
que está dentro de mí,
que me acompaña, fiel, a todas partes,
que pisa mis pisadas
como una sombra de la que no puedo
zafarme ni de noche ni de día.
Redímeme, Señor,
de las vacías horas,
de los oscuros y agrios pensamientos,
de los presagios negros,
que me persiguen y que me flagelan
como implacables, sádicas erinnias.
¡Y ayúdame, Señor,
en esta última recta del camino!
24 Marzo
EN EL SANTUARIO DE BELÉN
Tarde de marzo fría y ventosa;
grises celajes;
mustias estepas...
Voy de regreso.
Paro, curioso.
Dejo mi coche junto al camino.
Frente a mí, sucios, gastados,
se alzan los muros del Santuario:
Pórticos viejos,
cúpula breve,
frontis del templo,
donan su forma al santo recinto.
Hace ya tiempo, siendo yo niño,
fui breve huésped de estos lugares
con el motivo de unos cursillos.
Nada ha cambiado.
Todo es lo mismo.
No han remozado los muros sacros
del edificio
que aún muestra el mate descolorido
de sus paredes,
como hace años.
Yo, por lo menos, así lo evoco
desde la niebla
que la distancia de tanto tiempo
pone en la imagen de los recuerdos.
Almansa. 28 Marzo.
EN LA LAGUNA DE PÉTROLA.
Atardece en la llanura.
Sopla un viento despiadado
que hace rizos en la sucia
superficie de las aguas
de la plácida laguna.
Cabrillea un sol lejano,
moribundo,
que ilumina suavemente
las colinas circundantes
y las casas, apretadas,
del pequeño y claro pueblo
que se asoma en una loma
para verse retratado en la laguna.
29 Marzo.
CAMINANDO.
Voy por la vereda, junto al río Júcar,
caminando, solo,
como tantas veces:
ráfagas de un viento gélido resuenan
entre los pinares,
entre las encinas,
trinos melodiosos de aves amenizan
mi apacible paso.
Los cañaverales y los juncos muestran
aún su amarillenta, mustia, descarnada
cara del invierno.
El rumor del río, que transcurre lento,
y un cielo de plomo que amenaza lluvia
van agudizando mis sentidos nobles.
Aún no tienen hojas
los caducos olmos ni los blancos álamos
de las dos riberas.
Cuasiermas31 Marzo.
REFLEXIÓN.
Estos tiempos que corren
han ido desterrando lentamente
las pocas cosas buenas
que eran el patrimonio de los hombres.
Hemos cambiado
conceptos y palabras
por la agria tiranía de los números,
lecturas por imágenes,
ideas por materia...
Somos esclavos de las nuevas máquinas,
hijos de la moderna
tecnología
que entierra nuestra sensibilidad,
que nos deshumaniza poco a poco,
que nos aherroja a un insensible mundo.
En tal ambiente, tan hostil y adverso,
pelea bravamente,
tenaz, este individualismo mío,
que no quiere entregarse a la corriente
devoradora,
que trata de sobrevivir en medio
de este concierto impersonal y frío.
1 Abril.
CORAZÓN SOÑADOR.
Camino de sus sueños
ciego de amor,
se va buscando luces,
el corazón.
No le amedrenta el viento
fuerte y cruel
que quiere despojarlo.
de su ancha fe.
Es como un niño inquieto
que corre en pos
de un cántico lejano,
de una ilusión.
Y en su evasión se marcha
solo, feliz.
Y no puedo seguirlo.
Se va sin mí.
4 Abril.
EL OLMO VIEJO.
Este olmo del camino,
mi viejo conocido,
protagonista incólume
de uno de mis primeros
poemas juveniles,
resiste todavía
el paso de los años.
Sin ramas ya, sin hojas, .
apunta, erecto, al cielo
su tronco puntiagudo.
Y yo, que voy pasando,
poeta y caminante,
por la mañana clara
de abril veo su estampa
caduca y descarnada
y admiro en su serena
y augusta soledad
todo el orgullo digno
de su esplendor perdido
Es como un hito eterno,
como un jalón del tiempo
posado para siempre
sobre la adusta, sobria,
solemne paramera.
Este olmo del camino
y yo, nos hemos ido
quedando solos, solos
en el vertiginoso
transcurso de los años,
hemos envejecido
los dos al mismo tiempo.
Por eso lo venero
y amo en su soledad
mi propia soledad,
en su cercano ocaso
mi ocaso presentido.
6 Abril.
PROMESA DE AMOR.
Te amé en aquellos días
de mi añorada juventud lejana
con un amor irremediable y único.
Fuiste la musa ardiente
de mis primeros versos
nacidos al socaire de un ambiente
rural y campesino.
Callaron nuestras bocas pero hablaron,
en el silencio, nuestros corazones
y así, de esa manera tan sencilla,
surgió, al fin, un deseo
recíproco de amarnos
que se hizo compromiso con el tiempo.
Pero el amor se acaba
-nunca comprenderé por qué se acaba
lo que llenó de gozo el corazón,
aquello que nos hizo ser felices
en este breve, terrenal camino-
y, al cabo, nuestra implícita promesa
de amor quedó truncada para siempre
se nos quedó en un cálido proyecto.
No sé quién fue el culpable,
ni quiero ya saberlo,
pero los sueños pasan.
Nos quedan solamente los recuerdos
y a ellos se aferra el pensamiento, fácil,
en esta hora vacía de la tarde
cargada de mortal melancolía.
12 Abril.
ESTAR...
Estar...
en este viento amable de la vida
sin que me muevan cantos de sirenas.
Vivir...
como he vivido siempre, ajeno al halo
falso y fugaz de las notoriedades.
Soñar...
como he soñado antaño por zafarme
de tanta soledad que me esclaviza.
Creer...
en un mundo indoloro, idealizado,
sin mezcla de malicia que lo lastre.
Y andar…
sin detenerme nunca, hacia adelante,
mientras me aliente una esperanza adentro.
14 Abril.
JUEVES SANTO.
Jueves Santo.
De mañana.
Es temprano todavía.
La ciudad está tranquila.
Me hallo a solas, en el parque,
descansando sobre un banco del paseo,
a la sombra acogedora de los plátanos
que comienzan a vestir sus ramas viejas
con el verde tierno, fresco,
de las lluvias abrileñas.
A lo lejos,
acercados por la brisa húmeda y suave
se oyen sones de tambores y trompetas
provenientes de los típicos desfiles.
20 Abril.
GRATITUD.
Hoy te encuentro, Señor,
después de algunos días en la sombra,
sumido en una crisis de silencios,
enfermo y dolorido.
Hoy te veo, Señor,
en este sol glorioso que ilumina
los campos renacidos,
en esas flores blancas, delicadas,
que crecen a la orilla del camino,
brotadas al amor de las primeras
lluvias estacionales.
Y hoy te quiero, Señor, y te bendigo
porque has llenado mi alma de ternura,
mi corazón de gozo,
porque has hecho que hoy te ame en los humildes
motivos que me mueven en el mundo
pequeño y limitado en el que vivo.
Acuérdate de mí cuando esté triste,
cuando me sienta solo.
Que no me falte nunca tu sonrisa.
21 Abril. Viernes Santo.
BÚSQUEDA.
Me buscarás
un día, cuando ya hayas olvidado
mi nombre, mis callados sentimientos,
mi espera silenciosa.
Me llamarás
desde tu soledad recién nacida,
desde el abismo de tu vaciedad.
Me tenderás
las manos ávidas de compañía
y abarcarás sólo aire, sólo nada.
Anhelarás
un mimo, una caricia, como un niño
desamparado, solo...
Pero será
ya tarde para mí -ya no estaré-
ya tarde para ti -ya no estaré-.
22 Abril.
EN LOS JUEGOS DE AGUA DEL PARQUE.
Me gusta escuchar el sonido del agua
que mana de los surtidores,
mirar voltear las palomas,
posándose, suaves, al lado,
bebiendo en la alberca.
Me agrada el susurro
del viento en los pinos,
el áureo reflejo
del sol de la tarde en las ondas del agua.
Me admiran las roncas llamadas
de algunos palmípedos
pidiendo esas duras migajas
de pan que les lanzan
las cándidas manos de niños
al fondo del rústico estanque.
Me encanta el triscar elegante
gentil, de las vivas ardillas
jugando a esconderse en los troncos,
trepando, bajando, saltando.
Me alegran las tímidas tórtolas
que acuden al son armonioso del agua,
mojando sus alas,
rasando graciosas
el ácueo elemento...
Me gusta, sí, este íntimo y grato
rincón en el parque, este banco escondido entre pinos
que acoge mis horas de ocio en la tarde caída
después de mis largos paseos diarios.
24 Abril.
LAS GOLONDRINAS.
Por fin han regresado
vivas y activas,
después de muchos años,
las golondrinas.
Alardean el cielo
gris de la plaza
perfilando sus suaves
pechos de plata.
Ora trinan inquietas,
ora hienden los aires,
presumiendo de negros,
brillantes fraques.
Han venido de nuevo.
las golondrinas
a inundarnos de gozo
con su alegría.
27Abril
PERVIVENCIA.
En un rincón del corazón pervive
tu imagen grata, padre,
tu cálido recuerdo:
Aquellos días, no lejanos todavía,
en los que yo alternaba
cuidados que tu estado requería
con largas caminatas
que iban aligerando
mi corazón cargado de problemas
y de preocupaciones.
Y así fueron pasándose los años,
entre las caminatas redentoras
y las bondades del deber cumplido.
Y no lo siento, padre,
ahora que estás conmigo en el recuerdo.
Lo volvería a repetir de nuevo
que fui feliz sirviéndote,
que Dios me hizo ser fuerte,
que me premió con la sonrisa amable
de tu agradecimiento.
1 Mayo.
TU MEMORIA, MADRE.
En un rincón del corazón pervive
tu imagen, madre.
Es un recuerdo grato, ya imborrable,
que llevo dentro,
que duerme ya su cósmico letargo,
su sueño de treinta años.
Cuando mi viejo corazón, un día
se canse de latir,
¿dónde hará nido tu recuerdo entonces?,
¿dónde se posará tu imagen buena?,
¿quién guardará tu póstuma memoria
como la guardo yo?...
Pero aún estás ahí, viviendo en mí,
latiendo en mis latidos todavía.
El día en que yo yazga para siempre,
cuando se acabe
conmigo la existencia,
se habrá acabado tu memoria, madre.
5 Mayo.
PASEO EVOCADOR
He recorrido
pausadamente
los conocidos, gratos rincones
del pueblo, a solas con la nostalgia
que el tiempo pone en el sentimiento:
La antigua plaza,
de la que parten las concurridas
estrechas calles de los comercios;
la cantarina fuente que se alza a mitad del ágora
pina que sube hasta la explanada
donde la iglesia levanta al cielo gris de la tarde
sus muros sacros,
alardeados
por los garbosos acrobatismos de los vencejos;
el suntuoso surtidor junto a la carretera
vieja del pueblo, frente al paseo
que en otro tiempo fue escaparate
del mundo joven en la hora mágica
de los crepúsculos;
y, al fondo, el parque,
cuidado y limpio,
en cuyas sombras acogedoras
compuse algunos de mis poemas;
detrás, los barrios nuevos, modernos,
que, con los años, han transformado
la grata villa
y la avenida, que ha aproximado
la antigua y pulcra plaza de toros
con la barriada de la estación...
Y ya de vuelta de mi paseo,
frente a la báscula, que aún existe,
la vieja escuela, escondida, añosa,
donde ejercí, por primera vez,
como docente, hace muchos años.
La Roda. 12 Mayo
EN LAS MARIQUILLAS.
En una de mis giras matinales
me he detenido un rato
en un lugar bañado por el Júcar
que me gustaba visitar antaño:
Las Mariquillas.
Eran días de un sol caliginoso,
días de junio y julio,
de cara a las doradas vacaciones.
He ido trepando, despaciosamente,
ladera arriba
del montezuelo
que corre paralelo a la ribera
hasta llegar al conocido otero
desde el que me gustaba
ver transcurrir el río.
Allí se encuentran,
como resucitados,
después de tanto tiempo faltos de agua,
ansiando la corriente
que se les escapaba,
escasa y rápida por otras vías,
los dos islotes por los que abre el Júcar
tres brazos amorosos
que llenan de frescor y de espesura
su sequedad pretérita.
Más lejos, por encima de las frondas,
cubiertos de amapolas,
al otro lado,
veo la suave piel de la llanura,
los verdes alcaceles,
un cielo azul, sin nubes,
bajo la sombra
del pino del otero,
desde la altura improvisada, umbrátil,
de mi atalaya.
14 Mayo.
LÁGRIMAS.
Estas sinceras, tímidas,
incontenibles lágrimas,
que se me escapan, cálidas,
no son lágrimas mías para mí,
son lágrimas magnánimas,
amigas, espontáneas,
que brotan, íntimas,
de mi alma, solamente para ti,
son esas mansas lágrimas
que no tuviste nunca para mí
y que derrama, espléndido,
por ti mi corazón agradecido.
16 Mayo.
MAÑANA DE MAYO.
Por la senda adelante
voy caminando
Enfrente hay unas nubes,
el río, al lado.
Cantan los ruiseñores
en la enramada
poniéndole alegrías
a la mañana.
Trenzan galanes giros
en las corolas
mecidas por el aura
las mariposas.
Y los linderos se hacen
policromías
de lilas, amapolas
y margaritas.
Por la senda adelante
voy con mis versos,
con mi mundo sencillo,
con mis ensueños.
Cuasiermas.(Albacete) 17 Mayo
ANICA.
Te quise
con un amor cándido y puro
de niño
que empieza a soñar y despierta a la vida.
Corrían los años cuarenta:
Ribera de Cubas.
Veranos a orillas del Júcar.
Rumores del río en las noches
plagadas de estrellas.
Frescor de las cuevas que horadan la roca.
Silencios nocturnos
cargados de vagos temores
al sesgo confuso irradiado
por la álgida luz de candiles de aceite.
Y allí estaba yo, con mis sueños, amándote,
ansiando mirarme en tu rostro agradable,
notando el contacto sensual de tu mano en mi mano,
triscando en los huertos,
a orillas del río,
saltando la acequia,
hurtando en los altos nogales, las recias higueras,
el fruto maduro,
trepando a las ásperas rocas.
No importa que yo fuera un niño
ni tú una muchacha en edad casadera.
Te quise y no pude –no quise—evitarlo,
que fuiste mi amor primigenio y platónico.
Hoy sólo recuerdo tu nombre.
Tu voz y tu rostro se me han olvidado.
Mas queda en el alma esa huella indeleble
de aquellas jornadas de estío
vividas a orillas del Júcar,
teniéndote cerca,
soñando contigo en las noches oscuras,
cuajadas de estrellas
y de altos silencios
que sólo rompían
los dulces susurros del agua del río.
19 Mayo.
DOS SEGUIDILLAS DE MAYO.
I. AMAPOLAS.
Amapolas de mayo,
rojos juguetes,
acunadas de vientos
y de alcaceles:
sois el suspiro
delicado, elegante,
de los caminos.
II. MARIPOSAS
Mariposas de mayo,
besos alados
de la brisa aromada
sobre los campos:
sois la sonrisa
de los campos ayunos
de poesía.
21 Mayo.
BELLEZA PERDIDA.
Se fue tu juventud
y con tu juventud esa belleza
resplandeciente y única
que paseaste ayer por la ciudad.
Ahora sólo paseas
la soledad de tu altivez herida,
de tu perdido orgullo,
de tu hermosura ajada por los años.
Pero mi vista se recrea al verte.
Si te admiré, mujer, cuando eras joven,
solemnemente bella,
ahora te admiro en esa paz serena
que irradia tu mirada,
en esa dignidad con la que encubres
y haces más tierna tu resignación.
24 Mayo.
SIRIMIRI
Son ya casi las diez de la noche
y aún hay luz en el cielo brumoso.
Cae un suave y sutil sirimiri
pertinaz y sin tregua, llenando
de una inmensa tristeza la tarde.
A través de la angosta ventana
del hostal, mientras tomo la cena,
miro echarse la niebla en la sierra
de Caurel inmediata, que asoma
por detrás de los gríseos tejados
de pizarra, brillantes de lluvia.
Hostal Rebollal (Piedrafita de Cebrero) 28 Mayo.
EN EL SANTUARIO DE CEBRERO.
La mañana está sumida en densa niebla.
He hecho un alto en el camino.
Santuario de Cebrero.
Un silencio impresionante
llena de hondos y magníficos misterios
el lugar sagrado y sobrio.
La humedad que impregna el césped
y la bruma de los montes circundantes
se me mete hasta los huesos
y me invita a ensimismarme.
Me levanto las solapas
de mi viejo chaquetón,
me retrepo en la bondad de su tibieza
y penetro en el recinto
a través de una cancela enmohecida
y entornada,
decidido e intrigado.
Hostal Buenos Aires (Lugo.) 29 Mayo.